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Foto del escritorlaraknaggs

¿Te controlas o te regulas?

¿De dónde puede venir la necesidad de controlar las emociones?

Imagina que eres una niña, empiezas a sentir un nudo en el estómago, y ganas de llorar. Lloras, y aparece alguien (puede ser tu padre, tu madre, o alguien que consideres cuidador primario) que te dice: “ya está, ya pasó, no llores…”. Vuelve a pasar otro día, notas incomodidad a tu alrededor con esa “sensibilidad”, entonces empiezas a prohibirte esta emoción.

Has integrado un Padre o Madre Críticos, lo que quiere decir que una parte de ti que te sigue juzgando aun hoy en día. Ya no hace falta que nadie te diga que no llores, tú misma te lo dices. Incluso puede que leas por ahí “aprende a auto-controlarte”, “controla tus pensamientos”… y entras en bucle. Puede parecer que una emoción se haya quedado enquistada. Observa cuál es. Ponle un nombre, píntala… pero exprésala, no te la quedes.


Explicación del proceso de la emoción

El Sistema Nervioso Autónomo, nuestro cuerpo, percibe antes de que nosotras podamos analizar. El pensamiento llega luego. La sensación corporal ya está ahí. Hay algo que te ha producido una emoción, una sensación corporal. Y… ¡Sorpresa! No puedes suprimirlo con un pensamiento positivo.


Con esto no quiero decir que los pensamientos positivos no tengan un efecto en nuestro cuerpo, y en nuestras emociones. Claro que afectan, está todo interrelacionado. Pero primero necesitarás sentir, conocerte, ver qué es lo que ha activado a tu Sistema Nervioso, localizarlo… crear un mapa donde poder moverte. Y para ello, las emociones pueden ser muy buenas aliadas.


Las emociones están en contacto con el mundo, aparecen como reacciones ante nuestro entorno. Pueden ayudarnos a conocernos, lo que con el tiempo puede llevarnos a querernos. Sí, a poder crear una relación de amor con una misma.


El riesgo de intentar controlar las emociones

El control, lejos de ayudarte, te limita. A mí el control me llevaba (y me lleva cuando aparece) a somatizar, a vivir de prisa, a sentir ansiedad…


Controlar tus pensamientos, observarlos e intentar que desparezcan, no es la solución. Parece que si aprendes a controlar tus pensamientos tus emociones podrán ser suprimidas. Y no, somos más complejas que eso, menos mal.


Esta necesidad de control también puede llevarte al bucle eterno: no quiero sentir esto, lo siento y no puedo controlarlo, me siento mal por sentirlo…

Escucha al miedo, y dale amor

Las emociones no desparecen, necesitan ser escuchadas y atendidas, para que no se almacenen en nuestro cuerpo. El efecto que puede provocar el “controlar” las emociones, es el del enquiste. Emociones que se quedan atascadas, sin ser dichas, sin ser expresadas… emociones que terminan llevando las riendas de tu vida. Porque tu cuerpo aprende a estar en ese estado de inactividad, parado, con miedo.


“El amor es el antídoto del miedo”.

Y tu niña interior necesitará muchas dosis de amor, una compañía que le ayude a expresar, a sentir, y que no se sienta juzgada por ser humana. Busca el amor. Donde sea. Puedes encontrarlo en la naturaleza, en un , en unas velas… empieza con pequeños actos hacia ti, hacia tu niña.


Te lo mereces, tu niña interior se lo merece. Las emociones, las sensaciones corporales que aparecen ante determinadas situaciones, son tan naturales como el andar. Al igual que el andar, se aprende y necesitamos a alguien que nos anime durante el camino.


Como el andar, las primeras veces te caerás, andarás tambaleándote. Pero esta vez, estás tú para decirte que está bien así. Está bien sentir, está bien ser humana. Y aprenderás a andar, a ir en bicicleta, a bailar, a llorar, a expresar la rabia de una forma segura… date tiempo.


Es normal que aparezca el miedo ante emociones que no conocemos, y que no sabemos para qué sirven. El miedo nos protege, y está bien. Con el conocimiento puede llegar el amor. Míralo así, si no conoces a alguien es imposible que puedas quererle. Lo mismo pasa con nosotras mismas y con nuestras emociones.


Ejercicio

Cambiemos la palabra controlar por regular. Intenta observar a tu cuerpo y a tus emociones con curiosidad. Algunas preguntas que puedes hacerte:

- ¿Emoción, qué me quieres decir? Y puedes escribirlo, cantarlo, bailarlo…

- ¿Sensación, qué necesitas? Y puedes hacer lo mismo, moverte poco a poco.


Como en los primeros pasos que dimos de niñas, necesitamos a alguien que nos regule. Las figuras que estaban ahí, no nos forzaban a andar, se sabía que llegaría tarde o temprano. Entonces, puedes empezar a hacer lo mismo con las emociones, sobre todo con las que son más incómodas de sentir.


Acompáñate, cógete la mano cuando lo necesites, y observa de cerca también.
 



Lara Knaggs


Psicóloga-Psicoterapeuta Humanista Integrativa con perspectiva de género.


Te acompaño a quererte primero a ti, y así poder querer bien.

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